domingo, 30 de abril de 2017

¿De qué color es la economía?: Nel blu, dipinto di blu.


Según Gunter Pauli en una entrevista publicada en Agóra , la economía es azul.  Por lo que refiere el autor, su propuesta en una más en la extensa lista de nuevos nombres que se le quieren dar a diferentes maneras de ver el funcionamiento de la economía y sus mercados. 

Ha publicado las ideas en un libro La Economía Azul: 10 años, 100 innovaciones, 100 millones de empleos. (100 millones, ¡!WOW!!).  El libro está disponible en 40 idiomas, lo que es un logro muy significativo.  Quien quiera saber más puede consultar el sitio web de La Economía Azul, donde detalla el concepto creado en 2004. 

¿Alguien quiere ponerle un nuevo nombre al capitalismo?

Obviamente que cuando te encuentras con un nombre sorprendente como “la economía azul” te da curiosidad de saber que es.  Con la mejor de las intenciones (¿o son intenciones de figurar?) se proponen nuevos nombres sobre la manera de gestionar los mercados en particular, el capitalismo o hasta la economía como un todo. Sobre esto estoy escribiendo varios artículos. Este nuevo nombre pasa a formar parte de mi colección de nombres nuevos que ya va por dos decenas:

Economía Social y Solidaria
Economía Verde
Economía Circular
Economía del Bien Común
Economía Colaborativa
Capitalismo Consciente
Capitalismo Limpio
Capitalismo Sostenible
Capitalismo Progresivo
Capitalismo Democrático
Capitalismo Inclusivo
Capitalismo Creativo
Capitalismo Responsable
Capitalismo Distributivo
Capitalismo Cooperativo
Capitalismo Humanista
Capitalismo Múltiple
Capitalismo Comprometido
Capitalismo Regenerativo
Capitalismo 2.0

No, esto no son inventos míos.  Sobre cada uno de los conceptos hay uno o varios libros y artículos, y en muchos casos decenas de charlas y conferencias.  Sin entrar en detalles todos tienen en común la conclusión de que el status quo “no funciona”, que crea muchos problemas.  En algunos casos el énfasis en la exacerbación de los problemas de desigualdad (el sistema favorece a los ricos, a los que tienen el poder), en otros casos el énfasis es en el consumo no sostenible de los recursos del planeta tierra. 

En términos generales todas las propuestas tratan de resolver estos problemas, con propuestas para el cambio del funcionamiento del “sistema”, en algunos casos con propuestas de mejoras incrementales, con la corrección de problemas puntales.  En muchos casos con soluciones radicales, que miran hacia donde se quiere llegar, pero que no conocen o no detallan el camino, no miran si es factible llegar, política, económica, física o socialmente, y cuáles son los obstáculos que habría que vencer.  Quieren llegar a un mundo ideal sin reconocer que el camino o es arduo o no es factible.  El cambio implica ganadores y perdedores, cuyo poder de sabotaje no se puede ignorar.  Las soluciones gana-gana suelen ser muy puntuales, muy enfocadas.  Esto no es fácil, “si lo fuera ya estaría hecho” (como diría un economista incoloro). El reto es lograr el cambio generalizado de modelo económico donde hay masivos perdedores.

"Creemos una economía donde lo bueno es barato y lo malo es caro” dice el autor.  Brillante. Excelente idea, nadie debería estar en desacuerdo.  Pero, ¿por qué no se hace?  Pongo un buen ejemplo de ello: si elimináramos los subsidios a los combustibles fósiles dondequiera que los tengan y encima se le pusiese un precio al carbono que emiten (léase un impuesto en función del daño que causa el CO2 emitido en su combustión) y usásemos la recaudación para promover las energías renovables se haría una gran contribución a la solución del problema del cambio climático.  Lo malo (combustibles fósiles) sería caro y lo bueno (renovable) sería barato.  Excelente idea, pero ¿por qué no se hace?  Porque los perdedores con el cambio son poderosos y, lamentablemente, incluyen parte de la población que se beneficia de los subsidios en la forma de, por ejemplo, menores costos de transporte (sin embargo es de destacar que se han hecho experimentos exitosos en esto en Australia y en algunas provincias de Canadá, a pesar de la oposición de grupos poderosos (aunque en Australia triunfaron estos grupos en las elecciones y se revertió la situación).

La economía del color más bonito.

Pero vayamos al Azul.  Se trata de preocuparse no solamente de la sostenibilidad de su producción sino además de sostenibilidad en la producción de los insumos y el uso de los residuos.  Cita el ejemplo que le abrió los ojos, el de su fábrica de jabones que era de producción sostenible pero uno de sus insumos era el aceite de palma, posiblemente producido en Indonesia, que tiene un gran impacto ambiental.  Se dió cuenta de que el proceso total no era sostenible.  Descubrió lo que hace mucho tiempo en RSE llamamos la sostenibilidad en la cadena de valor, que la llama la “economía azul”.

Como dice el autor “Hay gente que está soñando para escapar de la realidad, necesitamos soñar todos para crear la nueva realidad y hacerla” (énfasis añadido).  ¡Hay que soñar! pero los sueños pueden ser condición necesaria, pero no suficiente (otra de economista incoloro). 

Dice además que “Lo que necesitamos es que lo bueno para todos sea barato, y ahí tenemos un error fundamental en todo el diseño de nuestra economía”.  ¿Es que la economía fue diseñada por alguien?  ¿Es que se puede hacer un nuevo diseño de la economía?  ¿Se puede cambiar el sistema con la economía azul?

Y en un tuit del 23 de abril dice: “Los humanos son la única especie sobre la tierra capaz de producir algo que nadie desea.  Somos tan brillantes que podemos crear residuos.  Es hora de hacer una revolución (énfasis añadido).  Si nadie lo desea un producto no hay mercado y se deja de invertir recursos en su producción (otra de un economista incoloro). Y no se crean residuos como objeto de la producción, se crean como subproductos, que hay que minimizar o evitar, por supuesto, ya que es destrucción de valor. Y, ¿en qué consiste la revolución?

Pero veamos el fundamento de la propuesta.  El libro y el sitio web mencionados arriba presentan una serie de ejemplos (iniciativas) dirigidas a demostrar que es factible la mejor utilización de los recursos, particularmente los naturales y reducir los costos de los productos.  No es el espacio adecuado para analizar en detalle los múltiples ejemplos y, como ejemplo (valga la cacofonía), nos limitaremos a comentar solo uno y analizarlo desde un punto de vista más integral.  En la entrevista dice:

“En la Economía Azul aprovechamos lo que localmente está disponible, generamos mucho más valor, y nosotros ponemos en primer lugar las necesidades básicas de todo el mundo con lo que tenemos. Si yo tomo un café a la mañana y los restos del café me sirven para cultivar un hongo, cuando cultivo el hongo tengo un substrato residual que me sirve como alimento para la gallina, ¡tengo ya tres alimentos en uno! ¿Por qué tengo que comprar un alimento para la gallina? Si ya tengo que importar café, que por lo menos los restos que me sirvan para algo! Si tomé café orgánico, tendré hongos orgánicos, tendré alimentos orgánicos. En este caso tengo 3 ingresos, 3 oportunidades de empleo, y todo será más barato.” (énfasis añadido).

Laudable, pero, no ¿habría que tomar en cuenta los costos de transacción y la economías de escala? (y sigue el economista incoloro).  Para que esa producción de tres alimentos, a escala comercial, sea efectivamente más barata hay que tener economías de escala.  Hay que tener mucha borra de café para crecer hongos y muchos hongos para hacer alimento para gallinas, hay que tener muchas gallinas, supongamos que para que pongan huevos porque si son para comer habría que tener además una operatoria para producir pollitos y gallinas.  Habría que esperar que las gallinas coman también otros alimentos, no sólo hongos cafeteros, ya que serían poco nutritivas.  Y todo esto requiere de procesos que necesitan energía (¿renovable?).  A lo mejor lo puede hacer el que vive en una granja, pero es un ejemplo poco generalizable.  Es difícil que tenga economías de escala como para que sea más barato que el proceso convencional, que es lo que además de lo “verde” propone lograr el autor. Habría que consumir muchísimo café, o comprar la borra en grandes cantidades, lo que requeriría de procesos de recolección, que no son gratis.  También habría que incurrir los costos de transporte de los insumos a los lugares de producción, lo que nos lleva a la consideración de los costos de transacción, que parecen ser ignorados en el ejemplo.

Es de suponer que también se necesita un mercado, en el sentido económico, donde se comercialice el café, supuestamente producido y comercializado de forma sostenible, y un mercado donde se comercialicen los hongos y los demás alimentos para las gallinas y donde se comercialicen ya sean las gallinas o los huevos.  No funcionan en el abstracto.  Estos mercados para funcionar efectivamente necesitan de volúmenes que justifiquen los costos de operación (información, logística, participantes, etc.).

Y si lo hacemos en pequeña escala, artesanal, para evitar los problemas de los mercados y los costos de transacción, el impacto es muy pequeño, no cambia la “economía”.  Si lo que se propone es una “nueva economía”, la economía azul, no puede ser en base a casos circunstanciales, deben ser soluciones sistémicas, de gran escala, de aplicación amplia.

Esta argumentación no es para desprestigiar la idea de la producción sostenible y hacerla lo más barata posible.  Debe ser el objetivo de toda empresa y proceso.  Es para ilustrar que ello no es sencillo, no es trivial, no es universal, ni es de impacto sistémico, como parece querer dar a entender el autor.

Pero aún esto puntual tiene riesgos

Esto no es un cambio de modelo económico ni de modelo de negocios, es una manera de hacer negocios.  Pero aun limitándonos a casos puntuales, ello no está exento de riesgos como parece dar a entender el autor.  Para ilustrarlo analizamos el caso que ha ido desarrollando desde el 2015 con Chipotle, cadena de comida mexicana rápida de calidad.   

Chipotle es un restaurante reconocido por su sostenibilidad, basado en el usos de ingredientes frescos, de alta calidad, comprados en la medida de lo posible a pequeños productores locales, entre otras medidas (ver video sobre la sostenibilidad de la empresa).  Durante el 2015 algunos de sus clientes sufrieron problemas de salud por contaminación de los alimentos, lo que le causó serios problemas, desde la caída de sus acciones en bolsa y en su reputación, pasando por la pérdida de clientes.  Pasó de ser el restaurante mejor valorado en su categoría (comida rápida de calidad) en el 2015, en términos de la empatía emocional de sus clientes, a ser el peor valorado en el 2017 (aunque los problemas han sido resueltos y la clientela ha regresado).  Las investigaciones determinaron que buena parte del problema se derivaba de algunos de los productores locales que no tenían los controles sanitarios adecuados.  Pagó muy caro el querer ser responsable comprando localmente a pequeños productores.  Cuando se compra de grandes proveedores se tienen mayores garantías ya que estos controlan la calidad del suministro. Esto demostró que hay que balancear  el bien que se hace al comprar local con los riesgos que ello conlleva, especialmente en el caso de alimentos.  No queremos decir que hay que evitar estos proveedores, lo que queremos decir es que no es una panacea.

¿Tienen los hongos y las gallinas de la economía azul los controles sanitarios necesarios?

En resumen

La propuesta de la economía azul es sencillamente la sostenibilidad de la cadena de valor (RSE) a través de la ejecución de proyectos puntales que hacen uso eficiente de los recursos.  No es una solución a los problemas sistémicos de la economía como quiere venderse.  Son ideas muy valiosas, pero de impacto limitado.

¿Se pueden crear así 100 millones de empleos?  La exageración le quita credibilidad.


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